EMILY DICKINSON Carta al mundo Traducción de José Cereijo y Miranda Taibo Renacimiento, Sevilla, 2016 |
Cuesta acercarse a Emily Dickinson
(Amherst, Massachusetts, 1830-1886) sin imaginarse a su hermana Vinnie
descubriendo ocultos, en la habitación de la poeta recién fallecida, 40 volúmenes encuadernados a
mano con más de 800 poemas inéditos.
Sin pensar en todas las especulaciones
sobre su amor secreto y el encierro que se impuso durante los últimos veinte
años de su vida. Cuesta acercarse a ella sin pensar que se resistió a difundir
su obra hasta el punto de que solo publicó cinco poemas en vida. Y cuesta
leerla sabiendo que su consejero poético Thomas Higginson le propuso tantos
cambios en sus poemas para adaptarlos a la moda vigente, que ella prefirió renunciar
a la publicación. Y que Higginson los guardó durante treinta años, antes de
editarlos (junto con Mabel Loomis) a la muerte de Emily. Es probable que la
autora no hubiera aceptado ni el orden ni los retoques. Y de hecho, aún no está
claro qué orden y qué retoques habría consentido. Hasta 1998 no apareció la
versión (firmada por R.W. Franklin) de su obra completa, que se considera
canónica, y que contiene 1789 poemas, incluyendo muchos rescatados de su
correspondencia. En español la obra completa se tradujo por primera vez en
2013, pero ya Juan Ramón Jiménez había alabado el talento de la poeta estadounidense
que ha tenido múltiples versiones en nuestro idioma. José Cereijo y Miranda
Taibo incorporan una más, aderezada con la historia añadida de que Taibo los
fue traduciendo como ejercicio y su marido Cereijo les dio posteriormente el toque
literario. Cada nueva versión de una poeta inmortal es necesaria y bienvenida.
En este caso los autores se han concentrado en los primeros 74 poemas de
aquella primera edición de 1890, respetando lo que más tarde se considerarían erratas
o malas interpretaciones y eliminando los guiones con los que la poeta puntuaba
sus textos. Tiene Dickinson, como Shakespeare, como los grandes, el don de
resistir las traslaciones. Sigue viva y vigente en otra voz y en otro idioma.
Uno va adentrándose en su universo de reflexiones y abejas y flores y
amaneceres y se olvida de la envoltura y la leyenda, y sucumbe de nuevo a la
poesía.
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