Gracia Aguilar, Libérame dómine

GRACIA AGUILAR ALMENDROS
Libérame domine
Pre-textos, Valencia, 2017. 58 pág., 12€
«Hay un olor / a criatura palpitante, / a la siesta de algunos niños, / a sudor y a frutos salvajes, / que al fin viene de mí».
La poesía de Gracia Aguilar Almendros (Albacete, 1982) nos alcanza húmeda de últimos sueños de adolescencia, transformada en conjuro exorcista de los miedos, en disipadora de las últimas nieblas que desfiguran e idealizan la realidad. El Libérame dómine del título es el mantra de una oración pagana que está desatándose de su tradición católica: «Señor, líbrame de la muerte eterna. / Yo que siempre creí / en un final / con azoteas luminosas, / hoy dudo». Es una poesía buscando el lado salvaje a través de los sentidos. Libérame dómine es un libro sensorial en el que los sentidos funcionan como puertas o ventanas por las que escapar de los corsés y recuperar la animalidad de la vida: «Acalla todo pensamiento, Señor, / devuélveme / el estremecimiento / ante una nuca demasiado hermosa, / devuélvele a mi pulso / irregularidades». Una casa comida por termitas, el olor a suavizante de la madre, incluso la crema Nivea, son refugios antiguos, formas que adopta el miedo para atarte. Pero la poesía se convierte en un tirón de energía que desgarra todos los cordones, también el umbilical: «Esos segundos, / enloquecidos, / en los que soy / tan solo movimiento. /(…) Siento la cálida respiración / de la manada. / Huelo, respiro nuestra carne, / encendida y diversa. / Una mano acaricia mi pelaje / y aúllo feliz». «Aunque es de noche (san Juan de la Cruz)» abre el libro con una inclinación de cabeza («Al apurar el zumo, / la cabeza hacia atrás…»), un gesto cotidiano que desata una sucesión de imágenes encadenadas, desde las copas de los pinos hasta «La luz entre los árboles / rubios que todavía gotean, / mojándome». En medio está la vida, con su pasado alejándose, con su gata vieja, con sus paisajes reveladores: «En las afueras miras / los barrios despoblados / y al fin comprendes / que el extranjero también era esto». La poesía de Gracia Aguilar es un mundo inocente que abre la puerta y se arroja de cabeza al mundo real: «Y sobre todo, / por favor, sobre todo, / que me lo crea».

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