Benítez Ariza, Arabesco

JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA
Arabesco
Pre-Textos, Valencia, 2018. 91 pág. 
«Mis sentidos me dicen cuanto sé de este instante. / Y, sin embargo, hay cosas de este instante / que escapan a la estricta división / del mundo en cinco esferas».
José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) profundiza en las pausas cotidianas, lanza las palabras a inspeccionar el mundo como si fueran un sexto sentido que comprende y resume los otros cinco. El resultado es un viaje sensorial por una dimensión que forma parte de la realidad pero solo está accesible al olfato preciso de los gatos o a la visión certera de los buitres. Así, unos espárragos o unos tomates recién cogidos o una cesta de higos, el viento del sur o la simple lluvia se convierten en espectáculos renovados. Y, aparte de los objetos, nos ofrece la posibilidad de encarnarnos en un niño que se adentra en un bosque con toda la fantasía encendida, o en el perro que persigue los rastros olorosos como el  invitado a una fiesta: «Y que las únicas certezas / son rastros que se pierden en el olor compacto de la tierra mojada». Añadir matices sensoriales cambia nuestra percepción entera, incluso la del tiempo: «Quiero decir: las cosas son eternas / y sólo es temporal nuestra manera / de percibirlas, que es también vivirlas». Benítez Ariza también acomete, con la misma delicadeza, el tema del amor, uno de sus favoritos, en el poema «Un modo de entendernos»: «Lo que llamo “tu cuerpo”, lo que llamas “mi cuerpo”, / son sólo un modo de entendernos». Buena parte del poemario indaga en los tiempos muertos de la vida, cuando nuestro perro levanta la cabeza y parece advertir algo que a nosotros nos pasa desapercibido («y hay algo que interroga y no encuentra respuesta, / un tanteo en lo oscuro más allá de las voces, / en el espacio abierto que media entre la propia / respiración y los lejanos / aullidos de los perros»). Sin embargo tampoco desdeña lo onírico: «a veces yo también me busco / en ese hondo sueño circular de los gatos»; y nos ofrece un huerto vivo en unas prosas primorosas y homenajes literarios («A la manera de Ricardo Reis»). Concluye con una  recreación revitalizadora de «El cuervo» de Poe.

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