SHARON OLDS La célula de oro Traducción y prólogo de Óscar Curieses Bartleby Editores, Madrid, 2017 |
Sharon Olds (San Francisco, 1942) es la poeta viva más laureada de Estados
Unidos. Ganó el Pulitzer y el T.S. Eliot con su último libro, Stag’s Leap. Los medios de comunicación destacaron
que la colección trataba del dolor y la larga recuperación que le supuso a la
escritora el divorcio del hombre con quien había convivido treinta años. Así de
biográfico y descarnado se resume.
Pero no es una novedad. Olds ha hecho del
cuerpo, de sus emociones y de la intimidad más candente los temas de su
escritura. Para conseguirlo ha tenido que superar su «maldita» formación
calvinista. Con esos materiales poéticos podría caer continuamente en el
patetismo. La sorpresa es que consiga eludirlo tantas veces. El libro recién
traducido por Óscar Curieses para Bartleby, La
célula de oro (The Gold Cell),
apareció en 1987. La primera de las cuatro partes en que se divide contiene
poemas que exploran lo que aquí definiríamos como poesía social: el salvamento de un suicida, el metro, la tortura, un
cambio de sexo, incluso «El pene del Papa». Corremos el riesgo de desistir
porque muchos resultan lejanos y fríos. Las otras tres partes del libro en
cambio se centran en su familia, en su infancia, en el mundo de sus hijos y ahí
tocan todas las teclas que pueden perturbarnos. Estremece la mezcla de
repulsión y cariño con que se refiere a su padre, casi carnal en algunos
poemas: «Lo sé, lo sé, lo que mi / cuerpo sabe, lo sabe. Y le gusta / dejar
correr la imaginación e ir en su busca / y mirarlo, como un animal / que mira
el agua, se acerca y / bebe hasta saciarse para / tumbarse y dormir»; las
contradicciones sentimentales que persisten en la relación con su madre desde
la primera infancia: «¿Anda Dios por la casa? Entonces que baje / y separe este
cuerpo de la niña de la madre, / que la tome por el cuello como un gatito, /
que la levante, y me la entregue a mí». Con versos largos que componen un
discurso narrativo y a menudo acaban en monosílabos, Olds desmenuza la realidad
emocional: «Estoy / prestando atención a la belleza pequeña, / la que sea, como
si fuera nuestra obligación encontrar / cosas para amarlas y así atarnos a este
mundo».
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