FOTO MARÍA ÀNGELS ALSINA
JOSEP M. RODRÍGUEZ Sangre seca Hiperión, Madrid, 2017 XXIV Premio Ciudad de Córdoba "Ricardo Molina" |
«Poesía, / sangre seca» son los
versos finales del poema que abre el libro y proporcionan el título. Es el
sexto poemario exento de Josep M. Rodríguez (Súria, Barcelona, 1976). Las piezas
van tomando forma ante los ojos como una yuxtaposición de estrofas cortas, de
imágenes tan cautivadoras que a veces nos distraen del hilo conductor.
Claro,
que tampoco importa, porque muchísimos de esos momentos funcionarían de forma
independiente como aforismos, greguerías o incluso haikus desnaturalizados:
«encerrada en un charco, / la luna es alimento para perros» o «soy un miedo
feroz que huye del lobo». Avisa Joan Margarit en el epílogo de que «estamos
ante un autor en constante búsqueda expresiva de la forma, en ese territorio en
que nada la distingue del fondo». Alguna cita de Huidobro confirma la sensación
de que Rodríguez bebe en las vanguardias creacionistas y ultraístas más que en
el deconstructivismo estadounidense tan de moda. Recurre incluso al caligrama en algún momento. Aunque se
mantiene leal a la otra moda vigente, la de la intertextualidad, tan alabada
por Bloom y sus secuaces. De hecho, el propio Margarit advierte de que
Rodríguez «piensa cada vez más sus poemas desde la propia poesía» y nos guía
por algunas de las referencias a otros escritores que, unas veces de forma más
evidente y otras más sutil, están repartidas en todo el poemario. Además, el
autor, como en la Sangre seca del
título, incluye alusiones metapoéticas: «tradición, / naturaleza artificial, /
madrastra». O, en otro momento, parafraseando a Lope de Vega: «Oscuro el
corazón, el verso claro». En cuanto a los temas, la memoria y, en particular la
de la infancia, es la que con más frecuencia le sirve de asidero para crear
esas realidades independientes de la realidad: «No hay tema más extenso que la
infancia (…) / los recuerdos, / plegados con cuidado en mi interior / como las
alas de un escarabajo. // Y de repente, vuelan». Prefiero poemas donde es más
rastreable el contexto, como «Hora prima», «A este lado del río», «Isla» o «Desempleo»,
aunque no hay que entenderlo todo: «Si Dios existe, / escribir un poema es
intentar / leer / sus labios».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes expresar tu opinión sobre este artículo