Luis Bagué, Clima mediterráneo

Luis Bagué Quílez
Clima mediterráneoVisor, Madrid, 2017
Un mar es un tapiz, una superficie fija y a la vez cambiante que lo contiene todo y nos contiene a todos. Luis Bagué Quílez (Palafruguell, 1978) ha puesto el mar en el bastidor de la poesía.
Qué mejor lienzo para expresar el mundo en que nos debatimos, a la vez simultáneo pero tan saturado que es imposible procesar la información, fragmentario porque hay demasiadas cosas que mirar, porque todo puede verse y saberse pero siempre lejos de las certezas. Más que el mar en sí, Bagué ha querido ofrecernos una atmósfera, un clima, de ahí el título. En la minuciosa explicación final, unas notas que aspiran «a la neutralidad de un balance contable», el autor reconoce que está homenajeando al Tomas Tranströmer de Bálticos, pero cambiando «la espesa bruma escandinava por la implacable luz mediterránea». Clima mediterráneo no es tanto una colección de poemas como un mosaico de sensaciones, ocurrencias, lecturas, citas, homenajes. El efecto climático se consigue con la acumulación de objetos que llegan a la página, igual que el mar arrastra hasta la playa los restos de los naufragios, al fin y al cabo muestras de una civilización. Así, tanto aparecen en cursiva versos encarnados por personajes como James Watt: «Desembarqué en Escocia. / Fundé el vapor y el barco de vapor», como llegan citas intertextuales, que a veces son simplemente puntos de partida para las ideas desarrolladas en el poema. Aparecen adivinanzas que son casi greguerías o greguerías que podrían ser adivinanzas, como las referidas a los toros de Osborne que salpican nuestras carreteras: «Marcapáginas / en el libro de la naturaleza, / hipervínculo / en la red de autopistas del Estado». Llegan también «haikus impuros», nacidos de impresiones ferroviarias: «Alta velocidad. / La vida se detiene. / Pasa el paisaje». A veces aforismos: «A los trenes que pasan / una vez en la vida / hay que subirse en marcha». Y en ocasiones eslóganes publicitarios: «Yo me vuelvo inmortal cuando reciclo. / Yo me juego la vida reciclando». En los poemas más estructurados, se intensifica la ironía, como cuando alude a los paraísos de internet: «Al final era esto / la soledad amena».

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