JAIME GIL DE BIEDMA
Diarios 1956-1985.
Edición de Andreu Jaume
Lumen, Barcelona, 2016
«Un
diario debe servir antes que nada para una finalidad práctica». Así de decidido
se expresaba Gil de Biedma (1929-1990) en el primero de los cuatro que fue
redactando a lo largo de su vida.
En aquella primera incursión en el género, en
1956, el propósito de JGB era adiestrarse en escribir prosa, pero muy pronto
descubrió que el diario le funcionaba como un instrumento de control de sí
mismo. Y, en el esfuerzo por superar la pedantería juvenil, llama la atención
la determinación con que se exhortaba a terminar los poemas de Las afueras, a seguir adelante con el
ensayo sobre Jorge Guillén, sobreponiéndose a la pereza y a la disipación:
«jamás me he arrepentido de otra cosa que de lo que estoy a cada momento
dejando de hacer». Así acusaba con angustia cada alejamiento significativo de «la
poesía, lo único que realmente me importa». Andreu Jaume, editor de Lumen, que
ha ordenado los diarios, los ha prologado y anotado, añade que ese de 1956
también le sirvió a JGB para ensayar un lenguaje para la intimidad y las
gradaciones morales de la experiencia. El segundo diario, el que acompañó a la
escritura del poemario Moralidades,
sirvió para desarrollar y a la vez ir mostrando su minucioso sistema de
composición, que ponía la estructura al servicio del monólogo dramático y de la
música verbal. Así resolvió el reto al que le empujó Gabriel Ferraté cuando le
advirtió que su temperamento pragmático y su talento analítico encajarían mejor
en la prosa. JGB contestó que si uno conseguía incorporarlo en poemas, el resultado
sería menos frecuente y más valioso. Pero dudaba de si lo lograría. El tercer
diario, el de 1978, concluye con una constatación similar a la que le hizo
retirarse de la poesía: «Creo que me ha servido para averiguar un poco acerca
de mí mismo, en esta altura de la vida. Insistir no llevaría a nada. Escribir
ya no me es necesario». Sin embargo, aún emprendió una cuarta tentativa de
diario cuando supo que había contraído la enfermedad que lo mató. Fue solo eso,
una tentativa. La edición de Andreu Jaume, bendecida por Carmen Balcells,
depositaria del legado del poeta, es concienzuda, extensa y se agradece.
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