Haciendo planes











KARMELO C. IRIBARREN
Haciendo planes
Ed. Renacimiento, Sevilla, 2016

La poesía completa de Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1958) va sedimentando bajo el título de Seguro que esta historia te suena, del que Renacimiento publica con frecuencia ediciones revisadas y ampliadas.
El autor no deja nada al azar. Tampoco el título de sus poesías reunidas. Sabe que su material poético es limitado, pero al tiempo sabe que puede ser una ventaja; dice de la poesía: «sabes que es ella / por el ritmo especial con que se mueve, / ese ritmo que hace / que aunque no diga nada de interés / lo diga de una forma interesante». Los lectores fieles, que son muchos, reconocerán fácilmente en Haciendo planes los escenarios habituales de Iribarren: la barra del bar por cuyos cristales mira la ciudad, la lluvia, el mar y el río, los transportes públicos, las mujeres que de pronto regresan de la nostalgia y el amor real envuelto en ironía, el paso de las estaciones reflejado sobre todo en las mudanzas de la luz. Y casi nunca hay nadie cerca. La soledad es tan intensa que el poeta va personalizando las cosas que nombra y les atribuye sentimientos humanos: «Ya sé que esto puede parecer una locura, / ponerle no solo voz / sino sentimiento a la lluvia, / pero a mí es lo que me sugiere / ahora mismo su presencia». Pero también la luz unas veces no se anima a entrar en la habitación y otras se tiende como un perro, el río que puede ponerse celoso si sabe que lo deja para ir a ver el mar, los árboles que murmuran sobre el poeta, el mar como un niño acunado por las luces de las ventanas (Noche de verano, apunte) y hasta el propio horizonte: «Es lógico / que a última hora / le salgan los colores: / se pasa el día mintiendo». La poesía de Iribarren es minimalista hasta el extremo; juega casi siempre con pocos versos, muy delgados, y tan pocos elementos, que funcionan, más que como símbolos, como personajes; ya se trate de los citados o de una habitación, de un balcón, de unas sábanas. Corre el riesgo de caer en el esquematismo o en el chiste, pero siempre acaba dominando el peligro porque en la sucesión de poemas el narrador impone su presencia, su voz, su ironía pacífica, su soledad que acompaña y que consuela.


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