Quién lo diría

ELOY SÁNCHEZ ROSILLO
Quién lo diría
2015, Barcelona, Tusquets Editores
Creo que no es descabellado aventurar que entre los poemarios que quedarán de 2015 está Quién lo diría de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948). Ningún otro ha merecido tantas referencias en las separatas literarias de los periódicos ni tanta unanimidad en los comentarios informales.
En el casi invisible mundo de la poesía, tan ajeno a la barahúnda mediática y a los circuitos comerciales, Sánchez Rosillo es un fenómeno de prudencia añadida. Se dedica a escribir poesía y punto. Como resumió en el poema Diciembre, de un libro anterior: «Se acaba el año y casi nada hiciste / de lo que en este tiempo, vagamente, / te proponías hacer. Pero has escrito / unos cuantos poemas. (Sé sincero / y di que lo demás no te importaba)». No rehúye las relaciones literarias y mucho menos las amistades literarias. Pero parece haber renunciado a la autopromoción y la competencia que rigen también en este mundillo, como en todos los humanos. Aunque estos impulsos son sin duda legítimos, provocan afecciones y rechazos más basados en las simpatías y antipatías que en la calidad de la obra. Desde que ganó el Adonáis en 1977 con Maneras de estar solo, ha ido profundizando en su estilo aparentemente sencillo, descriptivo, cordial. Empezó siendo elegiaco y de pronto dio un giro y se convirtió en celebratorio. Fue de lenta escritura y ahora ha encontrado su retiro junto al mar en los meses invernales y ha incrementado la producción y yo diría que también la intensidad. Ha tenido que buscarlo él; son cosas que debería pagar el Estado porque son para el bien común. Quién lo diría es un paso más hacia afuera y hacia adentro, en todas direcciones. Como novedad, incorpora algunos balances: reconoce sus insistencias temáticas, sus lugares, y hasta resume lo que hace durante un día en su inspirador retiro. «Esta tarde no cabe en esta tarde». Para mi gusto algunas piezas como Visión en la mañana o La libertad, están entre lo mejor de su obra, lo que es decir muchísimo. No haciendo nada, aparentemente, sin hacerse notar, crea un mundo envolvente donde es una delicia entrar para perderse. «Qué sencillo es / vivir tanto milagro sin saber de milagros».

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